Minuta Presidencial 2 – Acción en la incertidumbre: Principios e intereses de una política exterior progresista

a statue of three women carrying a globe on their heads

1. Antecedentes históricos y coyuntura actual

El 20 de septiembre de 1976, Orlando Letelier, ex canciller del gobierno de Salvador Allende, y el investigador Michael Moffit se reunieron para trabajar en la primera parte de su ensayo The International Economic Order para el Transnational Institute, rama del think tank progresista norteamericano Institute for Policy Studies. La convicción de los autores era que el orden de posguerra se estaba quebrando y, por tanto, había que repensar el lugar de países como Chile en medio de la transición. La afirmación de una posición de izquierda les permitía orientarse en el caótico entorno internacional que emergía tras la Guerra de Vietnam, la Crisis del Petróleo de 1973 y el Golpe de Estado en Chile.

Casi medio siglo después, el 6 de julio, los presidentes Gabriel Boric y Luis Lula da Silva se encontrarán en un contexto muy distinto, pero igualmente marcado por la inestabilidad global. La participación de Chile en la cumbre de los BRICS en Río de Janeiro sugiere un giro estratégico hacia una agenda más autónoma y multipolar donde las definiciones ideológicas vuelven a articular el escenario de la cooperación internacional. Esta decisión refleja una búsqueda de nuevos espacios para disputar el sentido del orden internacional emergente. La pregunta, sin embargo, persiste: ¿puede una política exterior de izquierda ofrecer hoy una brújula en medio de la incertidumbre internacional?

Una manera de aproximarse al problema es explicarlo a través de la clásica distinción entre principios e intereses. Podemos comenzar señalando que la política exterior de los Estados se estructura en torno a principios e intereses, dos dimensiones distintas pero complementarias. Los principios son reglas generales que autorizan o exigen ciertos comportamientos por parte de agentes o grupos, y aunque surgen de marcos morales específicos —históricos y sociales—, aspiran a una aplicabilidad más allá del grupo que los formula. Funcionan como referencias normativas, una suerte de “topografía moral” (Taylor), que orienta la acción colectiva en el ámbito internacional. Por su parte, los intereses se vinculan con objetivos concretos y estratégicos, guiados por la lógica de la preservación y el aumento del poder de un grupo determinado, ya sea un Estado, una coalición o una facción ideológica. Mientras los principios permiten coordinar y evaluar acciones de forma general, los intereses responden a cálculos instrumentales donde los objetivos ya están asumidos.

Un proyecto de izquierda en política exterior parte de principios. Estos principios no son abstracciones, sino posiciones morales y políticas frente al orden internacional existente. Luego, esos principios se traducen en intereses definidos, concretos y operativos, capaces de intervenir en el mundo bajo objetivos materialmente identificables. Sin esa traducción, los principios quedarían en el aire. En lo que sigue, examinaremos los principios de una política exterior de izquierda desde Chile y los intereses que contemporáneamente los encarnan.

2. Solidaridad, autodeterminación y sustentabilidad: principios de una política exterior de izquierda

En primer lugar, una política exterior de izquierda no puede limitarse a un esquema formal de multilateralismo ni tampoco abandonar el orden global a la ley del más fuerte. Desde el progresismo, se necesita articular la acción internacional desde el principio de solidaridad en contraposición a la desigualdad y la competencia sistémica entre los Estados. La alianza con otros pueblos que enfrentan los impactos de la transición del sistema internacional no es un gesto moral, sino una necesidad estratégica. Históricamente, las izquierdas han concebido la solidaridad internacional como una forma de acción colectiva frente a estructuras globales injustas. Esta perspectiva implica una visión del mundo donde la cooperación entre los Estados ocupa un lugar central como mecanismo para redistribuir poder, conocimiento y recursos más allá de las fronteras nacionales.

En segundo lugar, sin una posición firme frente a la autonomía de los Estados, difícilmente se podría declarar que hay política exterior progresista. De otro modo, se estaría reproduciendo la lógica de las potencias hegemónicas. El principio fundamental, en este caso, es la no intervención en los asuntos internos de los otros países.  Esto implica rechazar toda forma de injerencia —militar, económica o ideológica— que busque subordinar tanto a Estados soberanos como a comunidades históricamente oprimidas. El respeto a la capacidad de cada grupo de preservar y desarrollar sus formas de vida, sus culturas y sus instituciones, desde comunidades nacionales a grupos subnacionales, diferencias étnicas y culturales. Desde una perspectiva progresista, el principio de no intervención y el de autodeterminación son dos caras de una misma moneda. El principio de no intervención está direccionado a reducir el impacto de las asimetrías de poderes en el sistema internacional, al evitar reproducir las agendas que satisfacen exclusivamente intereses de las potencias hegemónicas. Este principio pone al respeto mutuo como pilar a la hora de relacionarse y mantener las relaciones en paz.

En tercer lugar, una política exterior de izquierda exige integrar el principio del desarrollo sostenible. El cambio climático agudiza las desigualdades del sistema capitalista, pues, como afirma Dipesh Chakrabarty, impacta de manera más pronunciada en las naciones más pobres y sobre los sectores más vulnerables de las naciones ricas. Esta tendencia histórica es una manifestación de las contradicciones estructurales del orden económico capitalista, que ha subordinado la vida y el equilibrio ecológico a la lógica de acumulación. Frente a este escenario, las tradiciones políticas de izquierda adoptan una mirada preventiva que comprende la necesidad de una transformación profunda del orden económico internacional para alcanzar sociedades sostenibles. Las izquierdas impulsan una política exterior que articula la justicia climática con la justicia social, promoviendo acciones a nivel bilateral y multilateral que reconozcan que no reduzcan el desarrollo sostenible a una opción técnica, sino que lo impulsen como una exigencia histórica para garantizar el derecho a la vida y la dignidad humana en un planeta habitable.

3. Análisis de intereses

Los principios orientan una política exterior; los intereses determinan su capacidad de implementarlos en una situación material concreta. A diferencia de los principios, que aspiran a una validez más allá del grupo que los formula, los intereses son afirmaciones situadas: expresan lo que un grupo —un Estado, una clase, una coalición ideológica— necesita preservar o transformar para asegurar su posición relativa en el sistema internacional. La determinación de intereses depende de juicios estratégicos que suponen una cierta racionalidad contextual: si un poder desea mantenerse o avanzar, ciertos cursos de acción se vuelven posibles y otros pierden sentido. Este equilibrio reflexivo entre principios e intereses son la forma en que una política exterior de izquierda puede intervenir en la escala internacional sin perder su orientación normativa. Sin principios, la política exterior tiene el peligro de expresar los intereses de grupos adversos al progresismo y reproducir las dinámicas de poder hegemónicas.
Sin una claridad en los intereses, los principios corren el riesgo de transformarse en recios castillos de arena.

Una política exterior progresista que se articule en torno a los principios de solidaridad, autodeterminación y desarrollo sostenible debe traducirlos en intereses estratégicos capaces de orientar la acción en un entorno internacional conflictivo y desigual. A continuación, se presentan siete intereses nucleares que constituyen un punto de partida para debatir cómo coordinar principios e intereses en una política exterior de izquierda coherente y operativa.

  1. Reducción de asimetrías globales: Basado en los principios de solidaridad y autodeterminación, busca redistribuir poder y capacidades para que los Estados del Sur global puedan ejercer soberanía efectiva en un sistema internacional desigual.
  2. Producción y acceso a bienes públicos globales: Fundado en los principios de solidaridad y desarrollo sostenible, busca garantizar acceso universal a bienes esenciales como vacunas o conectividad.
  3. Comercio internacional solidario: Inspirado en el principio de solidaridad, propone reglas comerciales que favorezcan a productores vulnerables y promuevan condiciones laborales dignas.
  4. Transición ecológica justa: Derivado del principio de desarrollo sostenible, promueve una economía verde global que subordine comercio e inversión a criterios de justicia ambiental.
  5. Financiamiento del desarrollo colectivo: También vinculado al principio de solidaridad, impulsa instituciones financieras públicas que fortalezcan capacidades industriales en el Sur global.
  6. Perspectiva de género en la acción exterior: Expresión del principio de autodeterminación, al reconocer la agencia plena de las mujeres y diversidades en la configuración del orden internacional.
  7. Foco en la seguridad no tradicional: La política exterior progresista promueve la cooperación para enfrentar amenazas transnacionales como desastres naturales, inseguridad alimentaria y crimen organizado, priorizando enfoques no militares y coordinación multilateral.

4. Consideraciones estratégicas

Esta reflexión sobre el equilibrio entre principios e intereses abre la posibilidad de extender esa misma lógica a otros debates fundamentales en la discusión contemporánea de las relaciones exteriores desde una perspectiva progresista. La protección de los derechos humanos, la política de seguridad internacional y la política industrial deben ser pensadas desde las propias tradiciones políticas de la izquierda, interrogando qué lugar ocupan en un proyecto internacional.

Al proyectarse en la disputa ideológica, hay que considerar que una política exterior de izquierda probablemente repercuta en sectores conservadores y reaccionarios que perciben en ella una amenaza al orden establecido. Una declaración firme, pero desapegada de consideraciones estratégicas, comporta el peligro de producir una antítesis organizada por parte de la derecha. Por eso, resulta crucial impedir que los principios se diluyan en gestos retóricos o se replieguen en afirmaciones doctrinarias. La tarea consiste en construir una arquitectura intelectual rigurosa, sostenida en evidencia empírica y en la experiencia histórica de los pueblos que han enfrentado las formas cambiantes del poder global. Desde ahí, los principios pueden adquirir forma operativa como intereses estratégicos, capaces de intervenir con eficacia en las tensiones del orden mundial contemporáneo. Esta tarea exige liderazgos con visión internacional, capaces de leer los procesos internos como parte de una disputa más amplia por el sentido del orden global, y de proyectar una política exterior coherente, activa y transformadora.

La participación del presidente Boric en la cumbre de los BRICS y la organización en Chile del próximo encuentro de líderes democráticos el 21 de julio muestra que, en las fisuras del orden internacional, comienzan a levantarse nuevas infraestructuras estratégicas donde puede proyectarse una política exterior progresista. Se abre así un terreno para intervenir, reorganizar asociaciones y disputar el sentido de la transición global desde una posición activa y no subordinada. Se necesita articular para construir las próximas décadas de una izquierda internacional en un orden en transición. Y prevenidos, veremos emerger —en medio del conflicto— un Chile independiente, un mundo solidario y un planeta sustentable.

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